martes, 17 de abril de 2018

Una mujer


Una mujer se encierra en una habitación, enciende las lámparas, ensaya diferentes poses, le desagradan las sombras que envejecen su rostro, no es la realidad que desea percibir de ella misma, está empecinada en fotografiar algo más atemporal, sin la rigidez que acompañan los autorretratos. Apaga las luces, en la oscuridad enciende un cigarrillo, se convierte en una observadora pasiva. Las imágenes parecen cápsulas del tiempo, se proyectan a una velocidad de un segundo por un segundo, día tras día, desde la primera fotografía hasta la última. Enciende la luz cenital y de pronto se siente completamente iluminada, encuentra en ese baño de luz una nueva concepción del espacio y el tiempo. No ha cambiado la historia de nadie, pero ha dejado vestigios, mensajes físicos, desgastados y rotos debido al paso de los años. Levanta la vista, frunce el ceño, no deja de pensar que dentro de poco tiempo se convertirá en otra fotografía antigua y que desaparecerá como los carruajes, las farolas, los hilos telegráficos, los antiguos caballeros y las virtuosas doncellas. Por eso no quiere ser captada con cara de nostalgia, así que acciono la cámara y puso su mejor cara de puchero.

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