miércoles, 27 de septiembre de 2017

El oso domesticado


Estuvo huyendo durante días de un grupo de cazadores, quienes, al carecer de cualquier sentimiento de piedad lo seguían sin darle ningún tipo de descanso. La huida hizo que se acercara a las ciudades y con ingenuidad  animal sucumbió a la curiosidad de las luces brillantes. Aprovechó el reflejo de los escaparates para confundirse con el mobiliario y de una muchedumbre que, por las prisas, no se fijó en él. Ahí no había sombras nocturnas, ni las fantasmales siluetas de sus perseguidores. Era otro tipo de bosque con crecidos y frondosos edificios de acero y cristal. Era fácil pasar desapercibido, pues nadie se miraba la cara, todo el mundo se había entregado al celular. El traje fue el disfraz perfecto, la pedicura desapareció las garras y los zapatos le facilitaron la residencia. Con el tiempo consiguió esposa e hijos, una casa y un trabajo. Cierto, todavía tenía el olor inconfundible a oso, pero sabía que los cazadores no se guiaban con el olfato y las huellas en el asfalto eran difíciles de seguir. A veces, extrañaba los campos y la libertad de moverse de un lugar a otro, sin embargo, aprendió a viajar en primera y a hospedarse en hoteles de lujo. Se sentía un animal domesticado, pero acaso ¿no es el camino que siguió el hombre?

0 Comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]

<< Página Principal