lunes, 17 de julio de 2017

Sin destino


Cierto, yo parecía un maníaco, gesticulando incoherencias, palabras sin sentido que suelen decir los dementes. Era un interminable y frenético vaivén de ideas corriendo de mi alocado cerebro a mi boca. Estaba lejos de casa. Salí en la mañana y empecé a caminar sin rumbo, pero queriendo llegar a algún lado. Recuerdo haber caminado muchos kilómetros y parado a comer con una señora de pelo blanco, mujer extrañamente bondadosa. No quiso cobrarme y hasta me bendijo y yo, sin pensarlo, la besé en la frente. Después, continué caminando entre las filas de los coches, en sentido contrario, sin aminorar la marcha, tragando smog y bocinazos. Me tumbe en la hierba mientras los servicios de emergencia atendían un choque múltiple. Me acuerdo que dos vagabundos me observaban llenos de curiosidad y miedo. No se atrevieron a acercarse, pues yo los miraba frunciendo el ceño, riendo como un maniático. No tenía sentido recorrer un camino tan largo, aunque tenía una determinación férrea para no detenerme. Pero la cordura llegó batiendo sus alas. Aunque no quise llegar aquí porque no era mi destino. Tal vez ustedes piensen que hice una pausa. Sencillamente me cansé de caminar, de malgastar la suela de mis zapatos sin sentido, por lo que simplemente clavé mis pies al piso.

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