viernes, 20 de marzo de 2015

Inundación

La cafetera empezó a silbar un concierto de aromas que despertaron a la oficina. En unas cuantas horas la modorra matutina cayó, como una pesada losa, sobre las espaldas encorvadas. El reloj retrasaba la hora de la salida y alargaba las conversaciones acerca de niños, hipotecas y salarios bajos. Entonces sucedió lo inevitable, hasta cierto punto fue resultado de la imprudencia y la falta de pericia. El “nuevo”, por las malditas prisas, dejó abierta la llave del despachador de agua. De este modo —narraron los sobrevivientes— comenzó la inundación.

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