El repique de campanas
Cada
campana repica dentro de mi cabeza como un lejano susurro hasta convertirse en
un hipnótico sonido, el cual terminara con el eco de la última campanada. Un
año agoniza igual que las temibles crecidas de la época de lluvia, para convertirse
de nuevo en una mansa corriente, donde se puede navegar con las manos haciendo
surcos en el agua, sin la preocupación de utilizar un par de remos. Con la misma ansia de un niño, buscador de oro, exploraremos las
orillas de las islas desiertas. Algunas veces con las uñas escarbaremos en
playas de arenas blancas; otras en arenas grises, llenas de filosos guijarros,
hasta desangrarnos. No hay recompensas fáciles ni mucho menos las encontraremos
flotando a la deriva. Tendremos que bucear en aguas profundas sin tanque de
oxígeno. Posiblemente, nos ahogaremos en esteros pantanosos y con toda
seguridad alguien nos salvará. También llegará la época en que tengamos que
remar y lo haremos contra corriente o bajo fuertes tempestades. No hay seguridad
en nada pero llegaremos sanos y salvos a nuestro lugar de remanso, porque la
vida es un ciclo que inicia y termina con el repique de las campanas.
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