Las puertas abiertas de la oscuridad
Pero yo encontré
un lugar secreto,
profundo en la tierra,
y me escondí de la luz
del sol.
Dentro de la tierra
dormí hasta que la luz
del mundo
se escondió tras la
montaña
de la noche
El libro
de Nod
“Todo
nos fue revelado, finalmente una cadena de acontecimientos fortuitos liberó a
las almas de su eterno cautiverio. Las cuales, desde tiempos inmemoriales,
fueron arrojadas en lo más profundo de la tierra. Nadie se presentó para
juzgarlas como lo relatan las escrituras. Por lo que ellas, junto con sus
demonios, caminaron con nosotros como en un principio, cuando todo era
oscuridad”.
En
toda la ciudad escuchamos el llanto de las almas que, bajo el influjo de una
luna diminuta, gimen enloquecidas. Expulsan maldiciones con agónico dolor.
Millares de personas, incapaces, no soportaron el estridente eco rebotando en
la oscuridad, entonces con la conciencia
enloquecida van y estrellan sus cuerpos contra las paredes. En las calles
convulsionan las notas agudas de los gritos y las manchas rojas, blancas y
sucias de los suicidas.
El
caos producido por los muertos enloquece a los vivos. Repugnantes almas emergen
de las paredes con la confusión propia del amnésico. Conservan las llagas del
látigo sobre su espalda. Algunos demonios levantan el vuelo, otros se mezclan
entre la multitud, pero eso no les impide arrancar pedazos de piel a las personas
más cercanas. Es difícil no gozar del eterno sufrimiento. Por lo que millones
de diablos, al estar libre de las cámaras tenebrosas, blasfeman contra un Creador
abrumado y temeroso.
Abrimos
las puertas de la ciudad doliente y secamos el cauce del río que la resguardaba.
Ciertos lugares deberían estar siempre prohibidos, así como también cerrados
los parajes ocultos. Pero invocamos a las criaturas más extrañas y demenciales
que existen en las profundidades de los abismos. «Dante conoció la ubicación
correcta y los encantamientos mágicos. En los versos del Infierno, cada
endecasílabo contiene las claves para traspasar hacia el mundo oscuro». En este
lugar, dentro de las tinieblas, gobierna Caín junto a Lilith mostrando una
resplandeciente belleza inmortal.
En
nuestra búsqueda de la oscuridad primigenia, llegamos a la frontera inmutable
del ocultismo y de la brujería. No viajamos grandes distancias porque ese lugar
secreto nos encontró primero. Dentro de las grandes ciudades —aquellas que
están construidas encima de culturas ancestrales— quedan los vestigios
adornando las fachadas. ¡Pobres ingenuos, utilizaron los materiales de antiguos
templos. Cubrieron las entradas pero éstas no pueden clausurarse con simples
piedras!
Solamente
seguimos las pistas dejadas en cada esquina, los antiguos bloques están
soportando el peso de los modernos edificios, pero los desgastados glifos nos
muestran el camino. Los antiguos temían a la noche y la conjuraban al llegar el
ocaso. Los sacerdotes alimentaban el cauce del rio con la sangre sacrificada. Así
mantenían cerradas las infranqueables, hasta entonces, barreras del inframundo.
«La
gente condenada resguarda estas puertas. Vacía tus ojos de las cuencas y las
podrás ver».
La
última inscripción la encontramos en aquel vetusto edificio de la calle de
Donceles, detrás de un desvencijado portón. Una vez dentro, caminamos ciegos y
mudos por extraños círculos, guiados por las manos temblorosas de Beatriz,
Virgilio, Magdalena y Jesús. En la penumbra sentimos el roce de las manos y los
siseos de los muertos. No hicimos caso a las advertencias y en nuestro descuido
dejamos las puertas abiertas para que escapara la oscuridad.
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