lunes, 6 de abril de 2015

Las puertas abiertas de la oscuridad



Pero yo encontré
un lugar secreto,
profundo en la tierra,
y me escondí de la luz
del sol.
Dentro de la tierra
dormí hasta que la luz del mundo
se escondió tras la montaña
de la noche

El libro de Nod

“Todo nos fue revelado, finalmente una cadena de acontecimientos fortuitos liberó a las almas de su eterno cautiverio. Las cuales, desde tiempos inmemoriales, fueron arrojadas en lo más profundo de la tierra. Nadie se presentó para juzgarlas como lo relatan las escrituras. Por lo que ellas, junto con sus demonios, caminaron con nosotros como en un principio, cuando todo era oscuridad”.

En toda la ciudad escuchamos el llanto de las almas que, bajo el influjo de una luna diminuta, gimen enloquecidas. Expulsan maldiciones con agónico dolor. Millares de personas, incapaces, no soportaron el estridente eco rebotando en la  oscuridad, entonces con la conciencia enloquecida van y estrellan sus cuerpos contra las paredes. En las calles convulsionan las notas agudas de los gritos y las manchas rojas, blancas y sucias de los suicidas.

El caos producido por los muertos enloquece a los vivos. Repugnantes almas emergen de las paredes con la confusión propia del amnésico. Conservan las llagas del látigo sobre su espalda. Algunos demonios levantan el vuelo, otros se mezclan entre la multitud, pero eso no les impide arrancar pedazos de piel a las personas más cercanas. Es difícil no gozar del eterno sufrimiento. Por lo que millones de diablos, al estar libre de las cámaras tenebrosas, blasfeman contra un Creador abrumado y temeroso.

Abrimos las puertas de la ciudad doliente y secamos el cauce del río que la resguardaba. Ciertos lugares deberían estar siempre prohibidos, así como también cerrados los parajes ocultos. Pero invocamos a las criaturas más extrañas y demenciales que existen en las profundidades de los abismos. «Dante conoció la ubicación correcta y los encantamientos mágicos. En los versos del Infierno, cada endecasílabo contiene las claves para traspasar hacia el mundo oscuro». En este lugar, dentro de las tinieblas, gobierna Caín junto a Lilith mostrando una resplandeciente belleza inmortal.

En nuestra búsqueda de la oscuridad primigenia, llegamos a la frontera inmutable del ocultismo y de la brujería. No viajamos grandes distancias porque ese lugar secreto nos encontró primero. Dentro de las grandes ciudades —aquellas que están construidas encima de culturas ancestrales— quedan los vestigios adornando las fachadas. ¡Pobres ingenuos, utilizaron los materiales de antiguos templos. Cubrieron las entradas pero éstas no pueden clausurarse con simples piedras!

Solamente seguimos las pistas dejadas en cada esquina, los antiguos bloques están soportando el peso de los modernos edificios, pero los desgastados glifos nos muestran el camino. Los antiguos temían a la noche y la conjuraban al llegar el ocaso. Los sacerdotes alimentaban el cauce del rio con la sangre sacrificada. Así mantenían cerradas las infranqueables, hasta entonces, barreras del inframundo.

«La gente condenada resguarda estas puertas. Vacía tus ojos de las cuencas y las podrás ver». 

La última inscripción la encontramos en aquel vetusto edificio de la calle de Donceles, detrás de un desvencijado portón. Una vez dentro, caminamos ciegos y mudos por extraños círculos, guiados por las manos temblorosas de Beatriz, Virgilio, Magdalena y Jesús. En la penumbra sentimos el roce de las manos y los siseos de los muertos. No hicimos caso a las advertencias y en nuestro descuido dejamos las puertas abiertas para que escapara la oscuridad.

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