martes, 16 de abril de 2019

La mujer del tren

Una mujer estaba sentada a mi lado, el reflejo traslucido en el cristal de la ventanilla evitaba que notara mi risita nerviosa. Ella mantenía un aire de ausente, que resultaba agradable para mis desbordados nervios. El roce de nuestros hombros me proporcionaba un poco intimidad para seguir observándola de reojo. Tantas ganas de fumar y estaba prohibido en ese vagón. Ella parecía estar más distante, más ensimismada en sus pensamientos, así que baje la mirada y me quedé mirándole los pies, unos dedos pequeños y delicados me estremecieron por su inocencia y desamparo. Cerré los ojos y trate de no pensar en nada. Ella miraba la ventanilla, respiraba despacio, apenas moviendo los labios y al parecer musitando algo para sus adentros. Me cautivó su aparente debilidad, la forma en que temblaba al pasar los interminables y oscuros túneles. Empezaba a caer una llovizna miserable, no lo suficientemente fuerte, pero tuvo la dosis exacta para apagar la calidez del día y convertirlo en uno triste y negro. Nunca he tenido que hacer ningún esfuerzo para acercarme a una mujer. Me he valido de toda suerte de disfraces, ese día en especial utilice el traje gris oxford, el bigote y el bombín. Esperé que los latidos de mi corazón se sincronizaran al tartamudeo infinito y metálico de la locomotora. La mujer se acomodó la negra cabellera, su belleza me desafiaba y seducía a la vez, por lo que al mirarla fijamente decidí no esperar ni un minuto más y la ataque salvajemente, como un maldito desquiciado. Me deleite de la expresión de miedo en su cara tímida e inocente, parecida a la de un niño que apenas se despierta en un lugar desconocido. Nunca fui rechazado ni obligué a nadie a nada, menos a una mujer, pero últimamente una multitud de voces en mi cabeza me han susurrado cosas malas. Estuve a punto de ser linchado, pero escapé de esa multitud hambrienta de odio, escapé de esa espantosa muchedumbre que empezó a golpear el vagón, la que en su afán de justicia destruyó y quemó la estación del ferrocarril. Esperé unos días a que la prensa local se olvidara del asunto. Escogí unos pantalones desgastados, una camisola y unas botas industriales. Solo me falta una caja de herramientas y un casco deslucido. Apenas voy con el tiempo suficiente para coger el tren. 

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