martes, 25 de junio de 2019

Blanco

Endulcemos el horror del mundo con un poco de azúcar, pensemos en la inmaculada belleza del blanco y no en la fealdad recalcitrante de los colores. Dejemos que la inocencia nos conduzca como si fuéramos niños caminando por impolutas y blanquísimas playas. Convirtamos las sombrías mentiras en luminosas verdades, aquellas que deslumbran el entendimiento y desafían la razón. Movámonos, dejemos la apatía y adelantémonos al proscenio de nuestras sosas vidas. Imaginemos por un momento que nos curamos de una vieja dolencia y florece de nuevo nuestra inocencia. ¿Seriamos capaces de despojarnos de la hostilidad del hombre? ¿Llenaríamos de altares y danzas este soterrado planeta? Seamos atrevidos y atrapemos blancas y luminosas estrellas, solo aquellas que navegan entre nubes, como si fueran azahares de novia. Dejemos de pensar en oscuras ceremonias, ¿o no están cansados de arrastrarse gozosamente en la inmundicia? ¿No les gustaría volar entre una cristalina bandada de aves blancas? 

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