martes, 30 de junio de 2015

El placer de correr



No puedo evitarlo, cuando corro puedo evadirme hacia mundos imaginarios. Salgo todas las mañanas hacia los senderos mágicos, donde encuentro barreras infranqueables de accidentadas orografías. Corro bajo la lluvia esquivando la caída de gotas suicidas. Incluso en días soleados reto a los falsos oasis provocados por la sed. En una hora trato de llegar al horizonte y ser testigo del beso robado al cielo. Corro bajo la bóveda nocturna sin luna ni estrellas, solo para adentrarme en las profundidades del espacio. La mayor parte de las veces corro en silencio con la paciencia del tiempo, porque así puedo escuchar el eco agudo de mis pisadas y sentir la estimulación constante de la respiración profunda, con la que apaciguo mi alma.

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