El placer de correr
No puedo evitarlo, cuando corro
puedo evadirme hacia mundos imaginarios. Salgo todas las mañanas hacia los
senderos mágicos, donde encuentro barreras infranqueables de accidentadas
orografías. Corro bajo la lluvia esquivando la caída de gotas suicidas. Incluso
en días soleados reto a los falsos oasis provocados por la sed. En una hora
trato de llegar al horizonte y ser testigo del beso robado al cielo. Corro bajo
la bóveda nocturna sin luna ni estrellas, solo para adentrarme en las
profundidades del espacio. La mayor parte de las veces corro en silencio con la
paciencia del tiempo, porque así puedo escuchar el eco agudo de mis pisadas y
sentir la estimulación constante de la respiración profunda, con la que apaciguo
mi alma.
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