El prototipo
Nuestro
sistema nervioso, por décadas, ha estado expuesto a altos niveles de radiación
electromagnética; el abuso de la tecnología ha desequilibrado el balance de las
ondas cerebrales, esto está provocando un aumento en las enfermedades esquizofrénicas;
nuestra mente está al borde del colapso, por lo que necesitamos restablecer el
equilibrio; en caso contrario, nos enfilamos a una crisis mental de
proporciones catastróficas — el doctor Belano dejó que sus palabras resonaran
en el auditorio “Luis Lara Tapia” de la Universidad Nacional Autónoma de México.
El científico llevaba años estudiando los efectos dañinos de las frecuencias
radiales en los humanos.
Angélica
trataba de poner en orden los apuntes del doctor Belano, ella había entrado a
trabajar en la Corporación Mandrágora, tenía conocimientos avanzados en el
diseño de dispositivos de interferencia cuántica, por lo que logró medir las
débiles señales del cerebro y comprobar el desbalance eléctrico del mismo. Pero
necesitaba tiempo para desarrollar un prototipo electrónico, con el cual
pudiera restablecer, de manera artificial, las ondas cerebrales a sus niveles
normales. Cada disturbio mental podría ser analizado y sanado sin necesidad de
drogas, de eso estaba plenamente segura.
Marcos
los esperaba en el laboratorio de la Corporación Mandrágora, estaba ansioso por
mostrarles el «prototipo de control mental» que había desarrollado en secreto.
Este nuevo equipo era capaz de interferir la frecuencia celular; mediante la
manipulación de la señal portadora generaba otra de baja frecuencia, muy
parecida a las ondas Alfa del cerebro. En las pruebas que había realizado, logró
bajar la ansiedad de sujetos con alto nivel de estrés en cuestión de minutos.
En cada caso, las gráficas de los electroencefalogramas mostraban el cambio gradual
de ondas RAM-ALTA a Beta y al aumentar el tiempo de exposición hasta ondas Alfa.
Marcos
estaba feliz, sentía que era un avance revolucionario dentro de la industria
farmacéutica, porque el equipo sería personal y se vendería junto con una Apps de
Android o de Apple; podría descargarse en cualquier tipo de celular para
activar el «diazepam virtual». La cantidad de radiación estaría prescrita y
controlada por el médico. Angélica no pudo reprimir su frustración. Ella y
Marcos habían entablado una competencia feroz para sobresalir. Sin embargo, él
había conseguido construir el dispositivo que ella tanto anhelaba. Se sintió
perdida y no estaba dispuesta a permitirlo. Pensó en su futuro y en las pocas
oportunidades que le quedaban: el panorama negro la atemorizó.
El
doctor Belano no estaba completamente convencido. — ¿Qué hay de los efectos
colaterales? No podemos interferir el cerebro humano sin consecuencias. El
ambiente controlado del laboratorio no contiene todas las variables eléctricas
naturales. Si generamos frecuencias muy altas, induciríamos peligrosos estados
de estrés y ansiedad en segundos, o en caso contrario con ondas más bajas, los hundiríamos
en un sueño profundo del cual sería difícil despertar… podríamos romper el delicado
equilibrio de la mente humana —, comentó moviendo la
cabeza negativamente.
Era
una mañana soleada en la glorieta de Insurgentes, donde una multitud deambula
disfrazada con trajes grises, zapatos recién lustrados, vestidos de colores, zapatillas
y pantalones de mezclilla deslavados. Pero despojados de la indumentaria, son
solamente hombres y mujeres saturados de humor y de angustia por llegar a su
destino. Por eso no se percataron que una mujer colocó un extraño aparato en
medio de la plaza.
La
extrema radiación solar modificó las ondas emitidas por el «prototipo de
control mental» y al sincronizarse con las ondas cerebrales; el lado oscuro de
los hombres emergió como un cataclismo. La estación del metro se convirtió en
un pandemonio. Los sueños reprimidos emergieron con virulencia, los cuales,
combinados con la histeria colectiva fueron suficientes para desatar una
estampida humana. En la glorieta el panorama no era diferente; el caos estaba a
punto de diseminarse por toda la ciudad.
La
red celular estaba propagando la frecuencia alterada por el prototipo, como un
virus, a cada teléfono en servicio; entonces los temores más profundos se
materializaron; conductas primitivas, residuos obsoletos del inconsciente aparecieron
en un instante. Una minoría quedó en estado catatónico y con disminución en su
respuesta emocional. La gente que no había sido afectada huía despavorida, pero
no lograba avanzar lo suficiente; en cada esquina, visiones hiperrealistas fueron
convirtiéndose en pesadillas diurnas.
En
ese momento, en medio de la confusión, Angélica recibió la llamada. —¿Qué has
hecho?—El doctor Belano le preguntó bastante alterado y al borde del colapso. Ella
no pudo responderle porque del otro lado de la línea escuchó un sonido gutural,
ininteligible: el doctor empezó a balbucear extrañas divagaciones mentales.
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