domingo, 17 de agosto de 2014

El prototipo

Nuestro sistema nervioso, por décadas, ha estado expuesto a altos niveles de radiación electromagnética; el abuso de la tecnología ha desequilibrado el balance de las ondas cerebrales, esto está provocando un aumento en las enfermedades esquizofrénicas; nuestra mente está al borde del colapso, por lo que necesitamos restablecer el equilibrio; en caso contrario, nos enfilamos a una crisis mental de proporciones catastróficas — el doctor Belano dejó que sus palabras resonaran en el auditorio “Luis Lara Tapia” de la Universidad Nacional Autónoma de México. El científico llevaba años estudiando los efectos dañinos de las frecuencias radiales en los humanos.

Angélica trataba de poner en orden los apuntes del doctor Belano, ella había entrado a trabajar en la Corporación Mandrágora, tenía conocimientos avanzados en el diseño de dispositivos de interferencia cuántica, por lo que logró medir las débiles señales del cerebro y comprobar el desbalance eléctrico del mismo. Pero necesitaba tiempo para desarrollar un prototipo electrónico, con el cual pudiera restablecer, de manera artificial, las ondas cerebrales a sus niveles normales. Cada disturbio mental podría ser analizado y sanado sin necesidad de drogas, de eso estaba plenamente segura.

Marcos los esperaba en el laboratorio de la Corporación Mandrágora, estaba ansioso por mostrarles el «prototipo de control mental» que había desarrollado en secreto. Este nuevo equipo era capaz de interferir la frecuencia celular; mediante la manipulación de la señal portadora generaba otra de baja frecuencia, muy parecida a las ondas Alfa del cerebro. En las pruebas que había realizado, logró bajar la ansiedad de sujetos con alto nivel de estrés en cuestión de minutos. En cada caso, las gráficas de los electroencefalogramas mostraban el cambio gradual de ondas RAM-ALTA a Beta y al aumentar el tiempo de exposición hasta ondas Alfa.

Marcos estaba feliz, sentía que era un avance revolucionario dentro de la industria farmacéutica, porque el equipo sería personal y se vendería junto con una Apps de Android o de Apple; podría descargarse en cualquier tipo de celular para activar el «diazepam virtual». La cantidad de radiación estaría prescrita y controlada por el médico. Angélica no pudo reprimir su frustración. Ella y Marcos habían entablado una competencia feroz para sobresalir. Sin embargo, él había conseguido construir el dispositivo que ella tanto anhelaba. Se sintió perdida y no estaba dispuesta a permitirlo. Pensó en su futuro y en las pocas oportunidades que le quedaban: el panorama negro la atemorizó.

El doctor Belano no estaba completamente convencido. — ¿Qué hay de los efectos colaterales? No podemos interferir el cerebro humano sin consecuencias. El ambiente controlado del laboratorio no contiene todas las variables eléctricas naturales. Si generamos frecuencias muy altas, induciríamos peligrosos estados de estrés y ansiedad en segundos, o en caso contrario con ondas más bajas, los hundiríamos en un sueño profundo del cual sería difícil despertar… podríamos romper el delicado equilibrio de la mente humana —, comentó moviendo la cabeza negativamente.

Era una mañana soleada en la glorieta de Insurgentes, donde una multitud deambula disfrazada con trajes grises, zapatos recién lustrados, vestidos de colores, zapatillas y pantalones de mezclilla deslavados. Pero despojados de la indumentaria, son solamente hombres y mujeres saturados de humor y de angustia por llegar a su destino. Por eso no se percataron que una mujer colocó un extraño aparato en medio de la plaza.

La extrema radiación solar modificó las ondas emitidas por el «prototipo de control mental» y al sincronizarse con las ondas cerebrales; el lado oscuro de los hombres emergió como un cataclismo. La estación del metro se convirtió en un pandemonio. Los sueños reprimidos emergieron con virulencia, los cuales, combinados con la histeria colectiva fueron suficientes para desatar una estampida humana. En la glorieta el panorama no era diferente; el caos estaba a punto de diseminarse por toda la ciudad.

La red celular estaba propagando la frecuencia alterada por el prototipo, como un virus, a cada teléfono en servicio; entonces los temores más profundos se materializaron; conductas primitivas, residuos obsoletos del inconsciente aparecieron en un instante. Una minoría quedó en estado catatónico y con disminución en su respuesta emocional. La gente que no había sido afectada huía despavorida, pero no lograba avanzar lo suficiente; en cada esquina, visiones hiperrealistas fueron convirtiéndose en pesadillas diurnas.


En ese momento, en medio de la confusión, Angélica recibió la llamada. —¿Qué has hecho?—El doctor Belano le preguntó bastante alterado y al borde del colapso. Ella no pudo responderle porque del otro lado de la línea escuchó un sonido gutural, ininteligible: el doctor empezó a balbucear extrañas divagaciones mentales.

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