Luna de miel
Mi mujer se desnuda ruborizada
entre silencios, pausas y miradas erotizadas. Complacido ofrezco mi atención a
su cuerpo con delirio controlado. Mis dedos, sensitivos al amor, gozan con
dibujar sobre las sombras inflamadas de sus sueños nupciales. Es tierra blanda pintada
de un rubor incandescente, ardiendo de deseo se entrega sin ataduras, pues para
el amor fuimos hechos y para abrevar en los misterios de su aliento húmedo. Penetramos
el misterio del matrimonio con destellos lúbricos y convulsiones intermitentes.
Divinas sensaciones provocan, tus manos frágiles y femeninas, sobre los
pliegues de mi piel; mezcla del aroma de ambos. Suaves palpitaciones nacen en
su vientre para amalgamarse con mi propio abandono. Entonces fundidos, exudando
gotas de deseo, fuimos conducidos al paraíso.
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