jueves, 29 de octubre de 2015

Esta noche cena la muerte

Empezó con unos leves llamados a la puerta, los tenues golpes subieron de intensidad hasta convertirse en una discordante mezcla de llanto y gritos. Me encerré con mi tristeza y durante noches mantuve a raya, casi con teatralidad maniaca, los nervios y la ansiedad. No tuve el valor suficiente para suicidarme. Con la decisión de continuar vagando sin vida, estuve a punto de levantarme de mi letargo, pero cayó sobre mi pecho una enorme araña, con sus delicadas patas me oprimió el pecho, mientras observaba con terror, como sus ocho ojos multiplicaban mi semblante demacrado. Una insignificante mordida había sometido mi voluntad, pero no mi cerebro, el cual se marchitaba acosado por caóticos recuerdos. Fue entonces cuando en mi vientre sentí abrirse a los capullos, y a cientos de diminutas patas recorrer ávidas a una presa inmóvil y callada. Mi amortajado cuerpo está a punto de expirar y la muerte no deja de mirarme con diminutos ojos, quien con descarnada sonrisa me susurra lo que parece ser mi epitafio: “Esta noche cena la muerte”. Mientras tanto no cesan los gritos ni los golpes que tratan, inútilmente, de derribar la puerta.

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