martes, 3 de noviembre de 2015

Las sociedades modernas



Las sociedades modernas tienen la obligación de cambiar de rumbo, porque han demostrado un evidente abandono social, el cual se ve reflejado en miles de ciudades fantasmas que crecen a las orillas de las brillantes megalópolis. Un incesante ir y venir de almas mueven autómatas con una arraigada desorientación espiritual. Viven y mueren en la más aberrante oscuridad. Cada cierto tiempo son censados para engrosar las listas de los programas sociales, pero sufren una miserable metamorfosis de parias a personas cuando llegan los tiempos electorales. Es la mejor forma para perpetuarse en el poder. Conocen las intricadas mentes de la pobre muchedumbre y las mueven diligentemente hacia una débil esperanza. Claro, pocos llegaran para sumarse al engranaje de las hipotecas y préstamos bancarios; los muchos tendrán la oportunidad de arrancarles, a los afortunados, la cartera o la vida, pero también pueden sumarse, en los intricados caminos de este laberinto, a la migración que, en oleadas exigen su derecho a vivir con cierta dignidad. En poco tiempo los habitantes del sur habrán ocupado un espacio en el edénico norte. En definitiva, las sociedades modernas deben cambiar porque si no lo hacen despertaran el lado más oscuro de los desarraigados.

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