lunes, 22 de febrero de 2016

Mis ilusiones en tres etapas



Ilusiones de otros

Cuando nací fui ilusión de mis padres, quienes orgullos fueron instalando, en pequeños fragmentos, sus sueños truncados, porque, sin quererlo, fui producto del descuido y de las hormonas alborotadas de unos precoces adolescentes. En fin, termine desarrollando un sentimiento de frustración por la falta de dinero y el exceso de hermanos. Nunca tuve los juguetes que tanto anhelé y con brutalidad arrancaron mi inocencia infantil con medias verdades, esas que utilizamos los adultos para romper las ilusiones con tacto. Para satisfacer la última ilusión de mis padres estudié una carrera sin tener la menor idea de mi futuro, pero me sirvió para encontrar un trabajo que me dio la independencia deseada. 

Ilusiones compartidas

En mi adolescencia fueron apareciendo, junto con los amigos, la ilusión por capturar la atención de las chicas, con quienes compartí decepciones amorosas y los primeros escarceos sexuales. La sombra de una incipiente barba llegó como una endeble independencia, pues me moví en un limbo en el cual no era ni niño ni adulto. Llego el tiempo de tener esposa y juntos iniciamos el largo camino de las ilusiones de pareja. Construimos una casa, pequeña pero acogedora, luego llegaron los niños, quienes complementaron nuestra ilusión de un hogar propio, pero compartido. Cierto, mis hijos crecieron en un mundo diferente, los excesos de información los hicieron madurar rápidamente sus propias ilusiones que, de la cuales, por cierto, fui salvajemente excluido. Me alegro por ellos y por mí que tuve el acierto de solo guiarlos. Creo que algún día me harán llegar sus resentimientos. 

Ilusiones propias

Llegó la jubilación con su carga de posibilidades y el silencio de las paredes porque sin quererlo también se jubilaron las ilusiones compartidas de pareja. Caímos en un bache profundo de indiferencia mutua. Entonces encontré algo propio, esa pequeña ilusión personal, sueño egoísta e íntimo del subconsciente. Esto me ayudo a tener ilusiones nuevas para no dejarme caer en el olvido o el suicidio y a reinventarme con una exquisita independencia, la cual adoro y no estoy dispuesto a compartir con nadie. Por eso, en esta soledad acompañada, me ilusiona correr un maratón para poner a prueba mi resistencia y fuerza de voluntad, así como escribir cuentos donde lo más profundo de mi mente pueda explayarse sin miedo y, por cierto, con un ligero tono de sarcasmo.

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