viernes, 4 de marzo de 2016

Adán



Estaba inquieto tanto que, por enésima vez, me asome por la ventanilla del transbordador. Había ahorrado lo suficiente para hacer realidad mi viaje al espacio. Claro, quería algo diferente, pues a pesar de tanta insistencia por parte de mis amigos, no quise visitar la desértica luna ni tampoco los coloridos anillos de júpiter. Deseaba llegar más lejos. A donde ninguna persona hubiese estado en el universo. En la agencia me propusieron realizar un viaje hacía un planeta recién descubierto, el cual, si no mal recuerdo, tenía las mismas condiciones atmosféricas de la tierra. Un paraíso en medio de la nada esperando por mí, me dijeron entusiasmados. No lo pensé mucho, así que me embarqué a los pocos días. La ubicación exacta la desconozco. Estoy confiado en el sistema de navegación de la nave. Desde que salimos del sistema solar hemos estado viajando en una oscuridad infinita, brevemente alumbrada por fugaces e incandescentes meteoritos. No falta mucho, me informan los androides con su voz metálica. De vez en cuando recibo mensajes desde la tierra, están felices porque pronto me convertiré en el primer Adán de un planeta desconocido.

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