Marcos
Nunca entendí porque le apodaban “el loco”. Marcos siempre quiso volar para elevarse en el aire como un globo. Una noche soñó que un suave viento lo llevaba lejos de su casa, más allá del cielo azul en donde no pudiese alcanzarlo la furia de su padre. Marcos nunca estuvo quieto, se le veía saltando o jugando pelota por toda la vecindad. Sus zapatos sucios de tierra al igual que su ropa le daban una apariencia de descuido, pero a los ocho años, un poco de suciedad no te quita la inocencia.
La
primera vez que voló, con paso firme y decidido subió hasta la azotea, alzó los
brazos y se arrojó al vacío. —En mis pesadillas revivo el ulular de la
ambulancia, los lamentos de desesperación, las reprimendas, luego el silencio—.
Después de la cirugía, se la pasaba encerrado en su casa. No pudo salir por
días, el yeso cubría la mayor parte de su cuerpo, pero no por eso dejó de
reírse de sí mismo. —Recuerdo que le regalé un libro para leer, mas nunca
pudimos terminarlo, debido a que fuertes dolores de cabeza lo atacaban de
pronto—. Entonces, un día empezó a escuchar voces que le susurraban cosas
locas, según dijo él, sus asustados padres terminaron por amarrarlo a una silla.
Cada
vez que llegaba a visitarlo me suplicaba que lo soltara para ir a jugar. Nunca
perdió la sonrisa aun en sus días de mayores crisis. Cuando estaba libre se
azotaba en el suelo, los cuchicheos en la cabeza lo volvían loco. Si bien
lograba por momentos signos de cordura, la mayor parte del tiempo estaba fuera
de este mundo. Su madre, en verano, lo dejaba libre bajo la lluvia. Marcos
simulando un naufragio pedía un par de remos, no quería estar a la deriva,
trataba a toda costa llegar a la orilla de una playa imaginaria. No sabía nadar
y una terrible angustia se apoderaba de él.
Finalmente
logró convencer a alguien para que lo desatara, —siempre me han culpado a mí; no
lo sé, no lo recuerdo—. Marcos solía ser muy convincente cuando se lo proponía. Momentos
después lo vimos dirigirse nuevamente a la azotea: rodeó los tinacos, brincó
los tragaluces, se columpió en los tendederos, tomó una toalla que se puso de
capa, se paró por encima del borde, cerró los ojos…