La propuesta
Había una vez una tetera silbando
notas agudas de ebullición. Incipientes bucles de vapor dibujaron los primeros
trazos de recuerdos con olor a jazmín. La ventana abierta parecía una veleta
cuando el viento la golpeaba. El vaho formaba una niebla espesa que escalaba,
como raíces, los tejados y las paredes. Los trastes de la cocina aspiraban los
vapores mientras bebían de un sorbo la nostalgia. Un hombre estaba sentado frente
a una taza, mientras elaboraba bocetos con trazos de soledad. Imaginó un pincel
y empezó a iluminar la superficie de las paredes. Dibujó a una mujer con
trenzas largas y negras. Pinto un balcón para mirar la noche eterna incendiada
con farolas, con su perfecta mezcla de luces y oscuridades. No podían faltar un
mago, un sombrero y un conejo llevando una sortija. En un platón estaban las
galletas hechas con el susurro de las confidencias. Entonces la mujer,
imaginaria, enrojeció con la propuesta. El hombre jugaba con la mirada. No se
atrevía a verla. Contenía la respiración dentro de las paredes de sus sueños. Ella
tomó sus manos sudorosas y se desvaneció en el viento helado. El sonido de la
tetera lo regresó de vuelta a la realidad.