Espero que la esperanza siga
latiendo en nuestros corazones, no como alimaña acorralada ni como bestia
domesticada, aunque últimamente se le ha visto siendo torturada en sótanos
corroídos por la maldad. Claro, es una utopía pensar que podemos liberarnos de
la opresión solo con buenas intenciones. Confiamos nuestro futuro a malos
gobernantes, quienes se enquistan en el poder con votos amañados, comprados,
robados. La corrupción crece como un cáncer y celebra su despilfarro con orgías
monumentales. No, ya no se esconden, aparecen con rostros bestiales
justificando el desfalco. No importa la doctrina política, económica o social.
Todas las corrientes caen hechizadas ante el brillo dorado de las arcas. Es por
el bien de la gente, gritan, vociferan hasta convertirlos en anuncios de
campaña. Entonces terminamos contaminados por la desesperanza, por los bajos
sueldos, por la falta de trabajo, por la homofobia, por el color, por la
religión. Aunque el mundo parece radiante sucumbe hechizado, solo para
convertirse en una deformada irrealidad. Todos los días amanece y una tierra prometedora
nos brinda su abrazo, pero se aburre y nos abandona hasta llegar a la noche
llena de ira y de injusticia. Tiene un humor negro en verdad irritante. Pero no
podemos hundirnos en la agonía, tenemos una fe inquebrantable porque esta
produce los cambios. Solo necesitamos una gota de cada silencio que está
gritando oculto en la oscuridad, en el anonimato, donde la gente buena se
esconde en espera de mejores días. Cierto, estamos llenos de contradicciones, ¿pero
no es parte de ser humano? Tenemos una antipatía instintiva que nos ayuda a
sobrevivir. Por eso persistimos y nos multiplicamos, sabemos vivir con poco y
disfrutar las épocas de bonanza. Creemos en un dios invisible, como aquel padre
que nos engendró y abandonó al momento de nacer, sin embargo, seguimos creyendo
en él y en la promesa de un mundo mejor. Esto es terquedad y nos aferraremos a
lo único que tenemos, nuestro derecho a disfrutar esta tierra, y no es
gratuito, fuimos paridos con dolor para unirnos a las filas de los hombres
indignados. Sin embargo, nacimos y crecimos, porque la esperanza da una fuerza
increíble y tiene el inestimable beneficio de crear espíritus libres. No
importa si fracasamos en el intento, es algo que hacen los hombres buenos una y
otra vez hasta morir.