jueves, 24 de abril de 2014

No te muevas

No te muevas, sumérgete en el letargo, no sientas dolor ni felicidad, no pelees ni te defiendas, es tan fácil dejar que la corriente te ahogue. Simplemente vive con tibieza, vive en un monologo, pero que sea desgarrador para que exprima la última gota de tu rebelde voluntad–. Lástima que no siga tales recomendaciones, producto de mis tardes de ocio. Por lo que siempre he tomado, con valor o con excesiva precaución, la decisión equivocada.

Pero si dejo de moverme se me atrofiarían las extremidades, me dejarían postrado en una cama, donde sin lugar a dudas, moriría de aburrimiento. Aun con la enorme cantidad de libros pendientes que tengo por leer, los cuales debo de dosificar en su lectura para no acabar cabalgando en un jamelgo flaco y viejo, salvando mujeres insalvables y destruyendo gigantes hechos de petróleo, con la finalidad de salvar al peje-país del robo del siglo. Tengo mis dudas acerca de esta última afirmación. No creo que quede mucho petróleo que pueda ser sustraído, el largo popote de los gringos nos llevan ventaja de cien a uno. Incluso más de la mitad de la petroquímica secundaria está en manos extranjeras. Importamos más productos derivados del petróleo de lo que exportamos. ¿Contradictorio para un país como el nuestro? No lo creo, es parte de nuestra triste realidad.

Por eso tengo que buscar alternativas para ocupar la mente y no quedar varado en algún rincón de mi inconciencia. Me imagino con ojos extraviados, babeando, vociferando incoherencias de guerras apocalípticas que, sin temor a equivocarme, me harían muy popular en cualquier hospital psiquiátrico o posiblemente pueda tener alguna utilidad como potencial anarquista para el asalto y ocupación, que se hará en los próximos días a las calles de nuestra ciudad. Tampoco es que les falte algún energúmeno de estas características, pero en mi encontrarían un despiadado aliado, quien posee una enorme imaginación, para iniciar una guerra sin tregua a la atribulada policía y a una indiferente sociedad capitalina. Así que preparemos la tolerancia monacal para el cerco de odio de una izquierda intolerante.

Pero no puedo estar quieto, la misma sociedad no me deja, diariamente tienes que lidiar con el pesado tránsito, con las deudas, con la esposa, con los hijos, con vecinos fantasmas que un día despertaron con ganas de fastidiar al prójimo, por lo que levantando su dedo flamígero escogieron y  arruinaron mi departamento con un diluvio (por lo menos de agua potable). Una tormenta que no me dio tiempo para preparar el arca, un encharcamiento sin aviso divino –por lo menos para dejarme crecer las barbas­–. Que destrozó tanto mi apacible existencia como algunos muebles. Durante meses traté de contactar a mi vecina por todos los medios posibles, pero desapareció misteriosamente o se quedó sorda de tanto golpe en su puerta.

Entonces empezó mi peregrinar por todas las dependencias dedicadas a salvaguardar el orden y la paz de los conjuntos habitacionales. Ellos ataviados de sabiduría y fastidio, siempre atrás de un escritorio, me aconsejaron con la misma sentencia: levante su demanda por daños y perjuicios en la Delegación. Aquí no le vamos a resolver nada, no tenemos la facultad para obligarle a pagar a su vecino los destrozos hechos en su propiedad. ­­–No podemos hacer nada contra el atentado a su tranquilidad­– me repitieron insistentemente. En la movilidad de estos largos días llegue a donde no quería llegar.

El Ministerio Público es un lugar que impone, no tanto por los Licenciados dispuestos a ayudar con la mano extendida, sino por las historias inverosímiles que se desarrollan cada cinco minutos. Por lo que venciendo el pánico que me infunden hombres grises, de aspecto desagradable, quienes te hacen llenar formatos y repetir en cada mesa la misma versión. Porque tienes que pasar varias estaciones, la primera es para dirigirte al escritorio que le corresponde a tu colonia, aquí te dan los primeros formularios, los cuales tienes que llenar sin ayuda y con temor a equivocarte, porque entonces tendrías que pedir, con cara de imbécil, un nuevo documento. Después en carácter de denunciante y office boy tienes que llevar y traer selladas las órdenes de investigación, las cuales, a cuenta gotas te va despachando el encargado del turno: a las oficinas de policía investigadora, perito fotógrafo y perito de instalaciones hidráulicas. Pero que tienes que aprovechar para que con la debida gratificación, puedas hacer que las agendas de dichos servidores públicos abran un espacio para ti. Aunque me llevé todo el día fue fácil iniciar la demanda, lo complicado, como cualquier confrontación, será terminar ileso y sin ningún daño. Por lo que estoy preparado para el veredicto final: llegar a un mal arreglo que a un buen pleito. Aunque el psicópata que llevo dentro lucha contra el buen ciudadano, porque es un verdadero fastidio ir por la vida descuartizando gente, por lo que no me queda más remedio que conciliar mi rabia como buen cristiano, bueno después de romper algunos vidrios y ponchar una llanta.
 
Conozco las partes suaves de mi carácter, pero también las hostiles, puedo ser irritante y un instante después ser un amable padre, esposo y amigo. Aunque hay ocasiones que prefiero la inmovilidad, por lo que simplemente me quedo acostado sobre la cama o un sillón, cuan largo soy o hecho un ovillo, al igual que una marioneta sin titiritero. Incapaz de proferir palabra o insulto alguno. Como me gustaría que alguien guiara mi vida, que tomara los hilos y me desplazara lentamente por los enormes laberintos de mi existencia. Con que gusto me abandonaría a la suavidad de manos expertas, no lo dudaría en ningún momento. Que me ordenara: ¡No te muevas! ¡No respires! ­–Alguien lo hará por ti­–.

Desapariciones

 
El eco que producen las olas tiene un sonido incomparable, el tranquilo fluir del agua bajo mi insomne cuerpo le proporciona una paz milagrosa. Camino sin prisas mientras mi alma se integra a la arena. Una niña llena una botella —transparente — con medusas, caracoles y mis sueños. Me lleva entre los dedos infantiles de pies y manos, pero con obediencia fugaz me devuelve a la tierra y al mar. Entonces la marea me arrastra hasta la profundidad del abismo y ahí desaparezco para siempre.

miércoles, 23 de abril de 2014

Jesús Clonado

Jesús escuchó con incredulidad metafísica el comunicado de la sociedad post-científica y pre-apocalíptica, esperaba que ellos ofrecieran mayor información, pero dieron por finalizada la conferencia de prensa sin aceptar ninguna pregunta. La era de Acuario estaba por terminar y con ésta todo el crecimiento intelectual de la nueva corriente Arreoleana. Un rato después Jesús caminó, cubierto por un traje espacial hacia la playa, ahí lo esperaban sus nuevos discípulos.

Por otro lado, la vida continúo su curso planetario y muy a pesar de todos los avances tecnológicos, la capa de ozono desapareció completamente desde hace más de trescientos años. En cada intento por renovarla sólo lograron reducirla exponencialmente. Por lo que el cáncer de piel cobraba miles de vidas anualmente de forma logarítmica; median en esta escala para que las cifras no fueran exorbitantes. La radiación solar era tan alta que en pocas horas cualquier cuerpo se llenaba de llagas. La clonación de humanos era una práctica común, pero las réplicas no tuvieron la capacidad intelectual de los genes originales. Todos los grandes científicos y pensadores no pudieron igualar sus grandes proezas, tampoco fueron más creativos. Cuando le tocó el turno a Jesús, las expectativas eran muy altas, creían que su ADN cósmico podía armonizar con la nueva era: es decir todos esperaban regresar a la época de los grandes milagros. Él trato de convencerlos de que sólo reanimaron la carne, que su espíritu divino se había quedado atrapado en la constelación de Piscis. Por lo que pronto se olvidaron de él y su expediente fue clasificado como “Proyecto Fallido”.

En las calles, siempre en las noches de luna llena, era común ver a un hippie deambular por todos lados llevando un mensaje de paz pasado de moda y de tiempo, es decir, total y absolutamente anacrónico porque todos estaban locos. Tampoco fue al desierto, era imposible sobrevivir cuarenta minutos bajo los rayos del sol, entonces mucho menos cuarenta días; por lo mismo no fue tentado por ningún demonio y al faltarle la experiencia bíblica, no despertó su espiritualidad.

Los científicos trataron de controlar la radiación solar, utilizando los últimos avances en nanotecnología lograron enviar hacia el sol millones de nanorobots. Era un plan sencillo, aparentemente: al controlar la combustión interna, mediante la alteración molecular del hidrogeno, harían que las explosiones solares fueran menos intensas.

Mientras tanto, Jesús se cuidaba de no ser asesinado por alguno de sus discípulos. Se rodeó de esquizofrénicos, lunáticos, neuróticos y maniáticos depresivos. Al mismo tiempo las grandes empresas vitivinícolas lo presionaban para que no convirtiera el agua en vino; los ecologistas le prohibieron trasmutar el vital líquido; los consorcios de comida y los almacenes no querían que multiplicara el pan; tampoco revivió muertos, la clonación era un negocio altamente rentable. Las diferentes religiones se peleaban por tenerlo dentro de sus congregaciones, pero se dieron cuenta que era un simple hombre sin poderes ni carisma, por lo que empezaron a llamarlo farsante y a desacreditarlo por Twitter y Facebook. Eran días de Pascua y Jesús recreó la última cena, con pan no fermentado de humano reciclado y vino para consagrar de uva sintética, a diferencia de otras ocasiones, no les habló de paz ni de hermandad, mucho menos de una traición: — ¡El fin del mundo esta acerca; la era de Capricornio nos cubrirá de oscuridad eterna!—, les gritó con voz pastosa y ebria. Los doce lo miraron como a un loco, pensaron que la hierba que fumaron y las pastillas psicotrópicas lo habían terminado de trastornar. Uno de ellos ocultó un cuchillo y se acercó entre risas y bromas al lado del hijo clonado por el hombre.

El control de las explosiones solares por parte de los nanorobots fue un éxito, la radiación la redujeron a un tercio de su potencia. Sin embargo, no midieron las consecuencias; alteraron el campo magnético de la tierra, y por consiguiente el equilibrio hidrostático de la Vía Láctea. Aceleraron el cambio climático hasta hacerlo completamente inestable.

Jesús habló por última vez, antes de ser atravesado por la hoja oxidada (el hombre que lo hirió de muerte fue el clon de Herodes): “Vean como se abre una puerta en el cielo, los relámpagos suenan como trompetas; la tierra de abre separándonos los unos de los otros; soy la tercera resurrección y la última…”

Béelia Yarátu

Un sol calcinante me recibió al llegar Mezcala, me han contratado desde la Ciudad de México como supervisor de seguridad en la mina de Los Filos. No es lugar para un citadino, que ha laborado la mayor parte del tiempo detrás de un escritorio, por lo que ha sido difícil acostumbrarme al calor húmedo de la sierra de Guerrero. La ciudad de Chilpancingo está a más de cincuenta kilómetros, pero el trayecto es bastante cansado para ir y venir el mismo día. Así que opté por  quedarme los fines de semana en este pueblo o en el Carrizalillo. Claro, no hay mucho que hacer, por lo que muchas veces me senté bajo la sombra, abochornado, de algún estanquillo a beber cerveza.

Hace días vimos luces de colores sobre el cerro Pie de Minas, éstas eran de tonos amarillo, naranja y rojo. Tomé mis binoculares para tratar de observar el fenómeno, lo único que alcance a distinguir fue la sombra de un gran gato que se internaba entre los árboles. El evento duró unas pocas horas, —mas el periódico local publicó que el fenómeno se prolongó por treinta—. Una cuadrilla de hombres me acompañaron para revisar los alrededores, puesto que de noche, con lluvia y sin luna llena era fácil extraviarse. Al llegar al pie del cerro, la luz se desvaneció por completo, pareciera que sólo esperó nuestra presencia para desaparecer. No encontramos rastros de ningún meteoro, tampoco marcas en el suelo de algún helicóptero que haya aterrizado. Lo único que escuchamos fue el aullido infernal de los ocelotes.
Béelia Yarátu es descendiente de zapotecos — me comentó cuándo la lleve vivir conmigo a la barraca; ella apareció unos días después del extraño evento de las luces—. Es una de las pocas mineras en el lugar, pero tiene una enorme facilidad para manejar camiones de carga de trescientas toneladas. A pesar de su aparente fragilidad tiene una fuerza descomunal y compite en las  labores más arduas con los hombres de la mina. Ella posee un cuerpo delgado y atlético, con senos que parecen breves suspiros, un poco más alta del promedio debido a sus largas piernas; hay dos cosas que sobresalen de su rostro: el cabello intensamente negro y unos profundos ojos ámbar. —En poco tiempo ha logrado infundir miedo a los mineros— quienes comentan que la han visto deambular dentro de sus sueños.
La misma pesadilla se repite todas las noches, pero hoy tengo una extraña sensación. Trato de dormir con el sueño ligero, pero en este estado de semiinconsciencia abandono mi cuerpo; ingrávido atravieso los barrotes de hierro oxidado que cubren la ventana. Una sensación de libertad me llega como una ráfaga de viento en la cara, mientras cae una ligera lluvia. El calor se vuelve insoportablemente húmedo. La luna se esconde tímida por encima de las nubes. Lentamente estoy ascendiendo hasta encontrarme encima del yacimiento, sólo que en el fondo distingo mi cuerpo atado y a Béelia con un puñal de obsidiana en la mano. Un temor helado me invade por completo, alguien me observa, busco en todas direcciones hasta que siento que algo golpea mi pecho.
No puedo despertar. Es tal mi desesperación que trato de pedir ayuda, un leve sonido sale de mi boca, casi ininteligible. Empiezo a respirar con fuerza, necesito escapar de este letargo en el que me encuentro. Por instantes pienso que ya estoy despierto, pero compruebo por las imágenes borrosas que continuo atrapado en la misma pesadilla. De pronto se abre el piso y caigo en un profundo abismo. Siento en el estómago el vértigo del descenso, estiro mis manos para tratar de sostenerme de la nada. Me desplomo pesadamente envuelto en las sabanas empapadas por el sudor. Desde el piso observo la silueta de Béelia oscilar rítmicamente.
Esta temblando. Béelia se despierta sobresaltada, sigue adormilada, no alcanza a comprender lo que está sucediendo, tarda en darse cuenta del cataclismo. Escuchamos caer trastos en la cocina, el sonido hueco del espejo que choca constantemente contra la pared, con un vaivén que cambia varias veces de dirección. Ella me abraza con fuerza, siento su cuerpo desnudo pegarse al mío; no puedo evitar pensar a pesar de lo terrible del momento, que tiene una extraña belleza que domina mis sentidos. Me fundo en la piel de ella mientras la escucho rezar en voz baja: “Ti mistu' nayaase' / Cayuni laa bizi / Lubí ti ca nexhe' / cayapa ra lidxi / zápanu biuuza' / ne zedandá xtubi / gata' guie' lu bidó' / ne cuezanu biuuza'”.
El temblor dura segundos interminables. Al pararme para encender la luz me siento mareado y tropiezo con la ropa tirada en el suelo. No hay luz sólo oscuridad. Un fuerte dolor en el pecho me tira nuevamente, al tocarme, una humedad pegajosa baña mis dedos. En mi confusión veo a Béelia que me sigue con los ojos, pero éstos brillan siniestramente en medio de la oscuridad del cuarto. Recorro a tientas la barraca para ver los desperfectos causados por el terremoto. Con mucho esfuerzo abro las cortinas, la poca luz crea un efecto fantasmal. Sombras amorfas crean un sinfín de espectros lúgubres. La luna brilla con plenitud y en la recamara un breve gruñido me congela la sangre. Unas fauces negras terminan por abrir mi torso desnudo. Retrocedo y no consigo gritar, el miedo me paraliza; cuando veo mi corazón siendo devorado, aún latiendo, fuera de mi pecho.