martes, 25 de junio de 2019

Blanco

Endulcemos el horror del mundo con un poco de azúcar, pensemos en la inmaculada belleza del blanco y no en la fealdad recalcitrante de los colores. Dejemos que la inocencia nos conduzca como si fuéramos niños caminando por impolutas y blanquísimas playas. Convirtamos las sombrías mentiras en luminosas verdades, aquellas que deslumbran el entendimiento y desafían la razón. Movámonos, dejemos la apatía y adelantémonos al proscenio de nuestras sosas vidas. Imaginemos por un momento que nos curamos de una vieja dolencia y florece de nuevo nuestra inocencia. ¿Seriamos capaces de despojarnos de la hostilidad del hombre? ¿Llenaríamos de altares y danzas este soterrado planeta? Seamos atrevidos y atrapemos blancas y luminosas estrellas, solo aquellas que navegan entre nubes, como si fueran azahares de novia. Dejemos de pensar en oscuras ceremonias, ¿o no están cansados de arrastrarse gozosamente en la inmundicia? ¿No les gustaría volar entre una cristalina bandada de aves blancas? 

La eternidad de la despedida

Por un segundo olvidé que fuimos parte de un cuento antiguo, no lo puedo negar, fui sencillamente feliz contigo a mi lado, viviendo ahogado en la dulce complicidad y la grata compañía de tus palabras. Fuimos escribiendo bellos momentos con amables conversaciones, pues los llenamos con una indeleble prosa de promesas. ¡Fuimos dos locos construyendo dulces e imprecisas realidades! ¡Llenando de dulzura el horror del mundo! ¿De que otra manera hubiese quedado enredado entre tus brazos por minutos, días, meses, años? ¡Solamente con luminosa locura! Nuestras separaciones fueron tan cortas como el espacio dejado entre nuestros labios. Entiendo de la eternidad al no intentar mirarte, quedándome hipnotizado en la suavidad de tus dedos, en el aroma de tu espigado cuerpo y en las risueñas e insondables curvas de tus senos. Aunque extrañé el tibio calor de tu cuerpo, no existe la mínima posibilidad de un mañana, ni de los proyectos que puse en tus manos, ni los sueños que tú confiaste a mi inestable razón. ¿Dime si me miento como siempre? Me engaño como si pudiera cortar los hilos oscuros que nos tienen unidos. Pero sentirte cerca fue mucho más de un deseo delicioso. Confiemos en el mañana, me dices con la ternura de una madre, pues el ocaso será breve, pero doloroso para un corazón todavía inflamado. Dejemos que poco a poco languidezca la flama, sin prisa, hasta que se consuma el último leño. ¿Cómo si eso fuera posible? Posiblemente, después de muchos años, ya no habrán formas ni contornos que nos hagan daño. Pero hoy necesito que me arropes como a un niño, para tener idénticos recuerdos antes de que se conviertan en sombras. Ayúdame a olvidar y a morir lentamente sin ti.