La vestimenta del futuro
Me
quite la ropa y la arroje lejos de mí, no era la primera vez que me desnudaba
antes de meterme en la cama. La noche estaba tibia como pocas veces. Había sido
un día pesado en el Instituto de Ciencias Nucleares y en mi interior se agitaba
cierta preocupación. Habíamos avanzado tan poco en todos estos años. Mire a
través de la ventana las luces de la ciudad, las cuales brillaban de manera
hipnótica por lo que cerré los ojos y me dormí profundamente. No hubo sueños ni
pesadillas por primera vez en mucho tiempo. La oscuridad de la recámara fue
iluminada por una luz de un rojo intenso.
Tomé
un baño rápido pues se me había hecho tarde, mi ropa durante la noche automáticamente
se había limpiado. Los diodos orgánicos emitían rayos infrarrojos para eliminar cualquier tipo de impureza. Al
momento de ponerme mi traje, éste se fue tiñendo de un color azul brillante. Según
mi agenda, tenía una reunión en la oficina y habían solicitado a los líderes de
proyecto asistir de forma impecable. Solamente una vez, la Universidad nos
obligó a usar los colores institucionales. Luego de muchas quejas, optaron por
permitir que cada área escogiera el color de su predilección.
Las
telas creadas con la nanociencia fue un invento revolucionario. El tejido era
delgado, altamente flexible y manufacturado con polímeros orgánicos. Era como
una segunda piel que se adaptaba al contorno del cuerpo. En el momento que te
asignaban la vestimenta se grababan tus datos básicos como los registros
médicos, laborales y fiscales. Los nanochips contenían toda la información
personal de quien lo usaba. La propia ropa estaba provista de mecanismos de autodefensa,
debido a que teníamos años utilizando como documentación única el ADN.
Buscando
la perfección, logramos curar cualquier tipo de herida y erradicar las
enfermedades. Los nanorobots de los trajes controlaban eficientemente la
saturación programada de glóbulos blancos, por lo que aceleraban la curación
contra las infecciones bacterianas y víricas. Empezamos a retardar los efectos
del envejecimiento, esta nueva funcionalidad fue algo que nunca previmos, pero
el polímero se comportaba como un eficiente botiquín de primeros auxilios
virtual. En un principio estábamos maravillados pero pronto se convirtió en una
terrible pesadilla.
La
doctora Carreón me esperaba en la sala de juntas. En su cara se notaba la
tristeza y el cansancio acumulado por los años de investigación. Éramos parte
de un grupo de científicos, cuya tarea consistía en revertir los efectos de la
autoreparación en la biología humana. Los nanorobots habían tomado el control
de la raza humana y para hacernos dependientes nos estimulaban con pequeñas
dosis de droga que ellos producían. Los pocos que tomaron la determinación de
no usar las prendas, con el paso de los días, morían muy lentamente. El cerebro
se mantenía lúcido y aterrado hasta el último momento, mientras avanzaba la
descomposición del cuerpo.
La
naturaleza corrigió el desastre que habíamos creado, desde hace ciento
cincuenta años el proceso de reproducción fue eliminado de la humanidad. La
ovulación en las mujeres y la elaboración del semen en los hombres dejaron de
existir de la noche a la mañana. Nuestros códigos genéticos, al detectar que
podíamos vivir indefinidamente, cambiaron la programación del cuerpo y nos
cerraron toda posibilidad de seguir procreando. Es el año 2214 y nos mantenemos
tristemente vivos desde hace dos siglos.