Las canicas
Estaba
seguro, estallaría la tormenta en cualquier momento, se oirían en todo el
edificio los gritos de mis padres. Mi cuarto era un desorden desde hace varios
días por el tiradero. Debajo de la cama se amontonaba la ropa sucia. Mi madre
atravesó un montón de juguetes regados. Mis monstruos se unieron para tenderle
una trampa. Una torre de zapatos impedía que ella se acercara a la cama. Mi
madre trató de saltarlos, era un intento imposible pues necesitaba tomar vuelo.
La puerta se cerró. Ella pensó que era una broma, entonces respiro con fuerza.
Necesitaba gritar como siempre y descargar todo el mal humor del día. En ese
momento sus ojos saltaron y el grito se congeló en sus labios. Eran unos
hermosos ojos verdes. Ayer había perdido mis agüitas y tréboles jugando a la rueda. Busque recuperarme tirando en
otro juego, pero por más que trataba, no pude meterla en el maldito hoyito. Hoy espero tener la revancha,
pues ya tengo varios ojos de gato,
junto con un montón de bombochas cafés.
Apenas estoy juntado las verdes. Creo que mi padre tiene los ojos azules. Una
vez que tenga bastantes, me desquitaré de ese pinche gordo que, me ganó jugando
de uñita.